1. Ya lo tengo todo controlado
Mochila
que guarda toalla usada. Mochila que guarda perfume caro. Mochila que guarda
billetes a: Cracovia –tierra de música klezmer, dice papá- y Auschwitz –tierra
de crimen, dice la historia-. Mochila que guarda ropa y maquillaje. Mochila que
guarda puñal –invisible-. Mochila que guarda control. Mochila que guarda
secador. Mochila que pesa en la espalda. Mochila que da calor.
*tengo
que preguntarle a papá por qué muchas palomas tienen un anillo identificatorio
en la pata.
**Una
mariquita que aguantó todo el viaje en tren a Köln. Y en Köln emprendió el
vuelo, decidida. ¿Será una personificación?
Me
reúno con Nora en el aeropuerto. En el aeropuerto: por aquí se vuela hacia el
este y/u oeste. Nosotras nos vamos al este. Y por eso conocimos a Cristina nada
más llegar a Varsovia. Cristina era de Canarias, pero creímos por su acento que
era argentina. Llamaba al autobús guagua.
Dijo: no os riais, es la costumbre. Fuimos juntas hasta el hostal. Vimos la
ciudad de noche. Hablamos de diversos destinos. Luego nos dejó cuando llegó su
amiga americana. Se reunían unos días. Iban a celebrar los viejos tiempos.
2. Ajde jano
Eran las 9:30 de la mañana y todos se habían ido: las ucranianas que estudiaban polaco hasta las tantas, los españoles que venían de Reus, los anónimos que roncaban y no me permitieron dormir bien.
2. Ajde jano
Eran las 9:30 de la mañana y todos se habían ido: las ucranianas que estudiaban polaco hasta las tantas, los españoles que venían de Reus, los anónimos que roncaban y no me permitieron dormir bien.
Cesaron:
los chasquidos, los susurros, el crujir de la madera vieja, el arrullo de la
paloma, el graznido del cuervo. Empezó: la sirena de la ambulancia, el olor a
café, el cielo a oscurecerse. Conocimos: a dos alemanas que estaban de viaje, dos
finlandeses, dos jóvenes que venían de Nueva Zelanda. Una no paraba de hablar,
era divertida. Nora se reía con ella. Me gustó verla así, riendo.
Varsovia
gris y triste. Varsovia llena de suciedad, pulcritud y retazos de cultura.
Varsovia completa de edificios soviéticos, ojos azules, pelos platinos. La
gente de Varsovia que sorprende, impulsiva, a veces metódica. Testigos de
Jehová nos regalaron panfletos publicitarios. Allí guardé todas mis
instantáneas. Varsovia estaba de fiesta, rememoraba el año 1944, año de guerra,
visible en los carteles. También rememoraba el aniversario del nacimiento de
Polonia, o eso dijo el argentino. 1500 años de Polonia. Varsovia tranquila,
cómoda, quizá también hermosa. Nora pensó en ella como ciudad temporal. Caminaba
y observaba; recogió el recuerdo con la cámara, lo convirtió en pasaje. Click,
click. Nos sentamos frente a una iglesia jesuita. A nuestra izquierda nada, a
nuestra derecha españoles disfrutaban de su pausa fumando y bebiendo cerveza.
Buscamos el río Wisla. Lo encontramos. Lo admiramos. Nos fuimos. Yo no podía
parar de cantar.
3.
Arbeit macht frei
Hemos
visto las miradas perdidas de gente que una vez estuvo viva. Hemos visto sus
caras desencajadas, el horror de su expresión facial. Hemos visto sus zapatos,
sus cabellos, sus camas, sus ropas. Hemos visto y tocado, pero aun así no
podemos comprender el dolor, porque no hemos vivido.
Hemos
visto sótanos donde tenían a prisioneros de guerra ya condenados, incluso antes
de ser sentenciados. Hemos visto el asco y la humillación en forma de orinal y
vertedero. Hemos tocado las paredes que ellos alguna vez también tocaron para
intentar derrumbar, sin éxito. Hemos sentido el disparo en la nuca, cerca del
paredón, sin haber visto la pistola, ni tampoco el número identificatorio en el
antebrazo.
Hemos
caminado por donde caminaron soldados. Izquierda: apto para trabajar. Derecha:
directo a la cámara de gas. Birkenau, nombre de los horrores. Quien entraba allí
no volvía a salir. Si entrabas en Birkenau, es posible que acabaras en el
crematorio. Birkenau soleada y con margaritas. En 1944 tenía hasta ocho
centímetros de barro. Prisioneros morían ahí, asfixiados. Nosotras ahora
tenemos calor, decimos: pega el sol. Nos quejamos porque hemos viajado de
Varsovia a Cracovia de madrugada y apenas hemos comido y bebido. No pensamos en
que ellos trabajaban de diez a catorce horas sin protestar, porque si lo
hacían, es posible que acabaran en la horca, o con un tiro en la sien. Todo
esto sin pedirlo jamás, acaso, cuando ya no pudieran cargar con el simple hecho
de ser judíos. Alabado y maldito sea Dios, por permitir que la muerte fuera solo
su única libertad.
4.
Hey girls, no se puede sin vivir sin amar
Últimos
días de agosto. Últimas horas en una ciudad que ha mostrado al fin calidez y
tranquilidad. Adiós Varsovia, decimos con el ceño fruncido. Le digo a Nora: este viaje es mi primer verano así. Ella
dice: así cómo, ¿no tan morena?. No, corrijo, libre.
En
el paso de cebra hablamos de dinero y un señor nos presta atención. Se acerca,
encorvado, masculla en un interesante castellano: hey girls, no se puede vivir sin amar. Guardamos silencio. Mientras
cruzamos el paso peatonal, reflexionamos sobre ello. Le doy la razón, tarde,
como siempre. Él ya desaparece entre la multitud. En el bus: una mujer se
despide de sus amigas. Una de ellas le dice: háblale de mí, de Varsovia. La que
se va asiente, dice adiós con la mano. Siempre decimos adiós con la mano.
Al
final, cuando volamos, todos nos maravillamos de alguna manera al contemplar el
mundo desde tan alto. Somos así de simples.
Eres increíble.
ResponderEliminarGracias, seas quien seas. Me has alegrado la noche :)
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