The Audience
—Encontrarse a alguien extraño aquí, justamente aquí, es algo
inusual. Por muy anómalo que te suene. Lo extraño
en esta ciudad es lo que rompe con el molde de lo convencional, lo que se
disfraza de posibilidad, pero también de crítica —dijo mientras la espuma de su
cerveza bailoteaba en su bigote de quinceañero. Por alguna desconocida razón
creí en lo que decía y sentí que tenía razón en el viaje de sus palabras, pero
no tomé sus manos ni me colgué de la lana de su credibilidad. Simplemente dejé
que hablara y que me catalogara de esencia paradójica y algo dilapidada. No era
el primero que lo hacía, ni probablemente fuera el último.
Me adherí a la hora que ya sólo
golpeaba en el cobrizo reproche, solía hacerlo cuando el sueño me vencía; Las que olvidan habían regresado, pero
mi imaginación retenía tu imagen, por un instante, mientras la vida pasaba sin
descanso y algunos mencionaban el atardecer y la muerte como pincel solitario
de la frontera entre el dinero y la existencia. La memoria era sólo un borroso
reencuentro entre el cuerpo y la mente, una burda amistad entre lo bello y lo
feo, entre tu recuerdo y mi recreación. De repente me paré a pensar en los días
venideros mientras aquel hombre me seguía hablando de lo excepcional con su aire
de caballero exento de pecado —se tachaba de errante de lo salvaje, de alquimista
de la noche sin toque de queda. Esos días parecían estar plagados de cielos
horribles y noches de insomnio entre astros incoherentes.
—En nuestras imperfecciones hay
demasiada población de pensamiento —me atreví a decir finalmente—, ¿quién
pudiera desfigurar el mal de escuela hasta hacerlo prácticamente invisible? ¿No
te das cuenta de que no quedan días soleados ni tampoco esperanzas para los jóvenes?
Lo extraño, aquí, es el nacimiento de
cierto tipo de coraje. Si vuelas, nunca será para volver al nido. Si quieres
volver al nido, nunca será para encontrarlo como antes. Quisiera decirte tantas
cosas, desconocido, tantas, que apenas sé cuáles son las que verdaderamente quiero
decirte. Lo mejor que se puede hacer es ser consabido, aristocrático si el
tiempo te lo permite, ignorante si eres capaz de atreverte a despreciar el
libro o, mucho mejor aún: lo mejor que se puede hacer es no hacer nada y dejar
que la nada te haga a ti; de una manera repulsiva o tal vez ignorada, podrás
referirte al mundo como una voluntad marchita. Esa es (o sería) realmente tu
representación. Algunos puede que hasta te vean como un dios. La cuestión es si
eres capaz de soportar esa carga…, ¿crees que podrías?
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