domingo, 24 de julio de 2016

una conversación real

The Audience

—Encontrarse a alguien extraño aquí, justamente aquí, es algo inusual. Por muy anómalo que te suene. Lo extraño en esta ciudad es lo que rompe con el molde de lo convencional, lo que se disfraza de posibilidad, pero también de crítica —dijo mientras la espuma de su cerveza bailoteaba en su bigote de quinceañero. Por alguna desconocida razón creí en lo que decía y sentí que tenía razón en el viaje de sus palabras, pero no tomé sus manos ni me colgué de la lana de su credibilidad. Simplemente dejé que hablara y que me catalogara de esencia paradójica y algo dilapidada. No era el primero que lo hacía, ni probablemente fuera el último.

Me adherí a la hora que ya sólo golpeaba en el cobrizo reproche, solía hacerlo cuando el sueño me vencía; Las que olvidan habían regresado, pero mi imaginación retenía tu imagen, por un instante, mientras la vida pasaba sin descanso y algunos mencionaban el atardecer y la muerte como pincel solitario de la frontera entre el dinero y la existencia. La memoria era sólo un borroso reencuentro entre el cuerpo y la mente, una burda amistad entre lo bello y lo feo, entre tu recuerdo y mi recreación. De repente me paré a pensar en los días venideros mientras aquel hombre me seguía hablando de lo excepcional con su aire de caballero exento de pecado —se tachaba de errante de lo salvaje, de alquimista de la noche sin toque de queda. Esos días parecían estar plagados de cielos horribles y noches de insomnio entre astros incoherentes.

—En nuestras imperfecciones hay demasiada población de pensamiento —me atreví a decir finalmente—, ¿quién pudiera desfigurar el mal de escuela hasta hacerlo prácticamente invisible? ¿No te das cuenta de que no quedan días soleados ni tampoco esperanzas para los jóvenes? Lo extraño, aquí, es el nacimiento de cierto tipo de coraje. Si vuelas, nunca será para volver al nido. Si quieres volver al nido, nunca será para encontrarlo como antes. Quisiera decirte tantas cosas, desconocido, tantas, que apenas sé cuáles son las que verdaderamente quiero decirte. Lo mejor que se puede hacer es ser consabido, aristocrático si el tiempo te lo permite, ignorante si eres capaz de atreverte a despreciar el libro o, mucho mejor aún: lo mejor que se puede hacer es no hacer nada y dejar que la nada te haga a ti; de una manera repulsiva o tal vez ignorada, podrás referirte al mundo como una voluntad marchita. Esa es (o sería) realmente tu representación. Algunos puede que hasta te vean como un dios. La cuestión es si eres capaz de soportar esa carga…, ¿crees que podrías?


No hay comentarios :

Publicar un comentario