ESTRAGON: ¿Ya no tenemos derechos?
VLADIMIR: Me harías reír, si me estuviera permitido.
ESTRAGON: ¿Los hemos perdido?
VLADIMIR (con claridad): Los hemos vendido.
- Esperando a Godot, Samuel Beckett.
Alice in den Städten, Wim Wenders, 1973.
No puedo ponerme a escribir
porque no soy capaz de pararme a pensar porque esta semana trabajo nueve días
sin apenas descansar y resulta que el banco me ha quitado dinero por error y
encima todo el mundo me dice que la ropa que me hacen poner es terriblemente
fea. Y fea me siento yo cuando me miro en el espejo que a pesar de que el
periodo se ha ido todavía veo granos horribles en mi cara que dicen te voy a cicatrizar y yo me cicatrizo en
el sexo que no consigo tener porque mi vida se rige a hablar con gente, desde
luego, demasiado fea e ignorante como para permitirme tener una vida privada.
No puedo ponerme a escribir, pero
me encantaría contar que Joline se santigua siempre antes de comer y que desde
hace un par de días existe el pánico en las calles por culpa de un posible
ataque terrorista. Papá dice que son gente inculta y fanática, yo digo que si
me muero, al menos que D. sepa que lo quiero y que siempre lo querré, aunque
solo sea el impulso de decirlo antes de que todo cambie para siempre y, quién
sabe, quizá mañana de mí ya no quede mas que la ropa fea. Santo Dios, qué
angustia tener que vivir día sí y día también pensando en el paraíso sin saber
dónde está la frontera. Que no puedo ponerme a escribir, pero al menos ya no
estoy triste, sino más bien llena de rencor y odio y, todavía peor:
indiferencia. No puedo contar lo mucho que me duelen los pies, porque solo
tengo tiempo para moverme y hablar, moverme y estornudar.
Por las noches, a veces, voy a la
zona del Rhein y bebo mientras gente grita y pobres recogen las botellas vacías
de cerveza para ganar unas perras. Y santos los domingos, por encima de todo,
día del Señor y de descanso para el proletariado; para rezar con gusto y
dedicación, en el trabajo, claro, en el almacén, organizando códigos y números
durante cinco horas. No puedo ponerme a escribir, porque en mi cabeza no para
de sonar White flag de Dido y todo el
mundo me pregunta por qué esa canción, si es muy triste, y yo me encojo de
hombros, porque te juro que no estoy triste ni enamorada, solo llena de indiferencia.
Es como si de repente también fuera Because
de los Beatles y todo transcurriera muy lento y oscuro. Además, un hombre me ha
preguntado en el metro, si la parada siguiente era la de Heinrich Heine Allee.
Llevaba una mochila y tenía diversos tics. Pensé en la alarma terrorista y me
dije: quizá, si sucede, realmente no pueda ponerme a escribir nunca más. Sin
embargo.
No hay comentarios :
Publicar un comentario