Inocencia interrumpida, James Mangold, 1999.
Comer a las 17:00 de la tarde.
Comer una hamburguesa grande y grasienta. Mirar al hombre obeso que come dos
hamburguesas grandes y grasientas a mi lado. Una hora para esto. Una hora de
descanso después de seis doblando medias, doblando medias, vendiendo medias,
vendiendo medias. Todo por el dinero, todo por la independencia, el poder.
Ahora me olerá el aliento a cebolla, ¿le resultará desagradable a los clientes?
Frío en la calle. Frío de nieve.
De hecho nieva y llueve y hace aire, pero no nos permiten cerrar las puertas y
ya han caído tres enfermas. Engullo la hamburguesa como una auténtica cerda,
hambrienta, devorando la mierda que he pagado como alimento. Mancho la bufanda
de mayonesa. Bueno y qué. Pienso: así que esto era de lo que hablaban los
sabios. Del sudor, la soledad, el vacile antes de entrar ahí. Dinero, dinero, dinero que me quitan para asegurar mi vida vs.
dinero que necesito para sobrevivir. Así que esto era de lo que hablaba el
veterano. Esclavitud, búsqueda de la libertad —inabarcable,
utópica, insultantemente inexistente. Así que esto era de lo que hablaba papá
cuando decía ya te darás cuenta cuando
crezcas.
¿Y ahora qué hago con este frío y esta increíble y desleal fuente de sueños que tanto me presionan para salir fuera y alcanzar la playa?
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