miércoles, 23 de septiembre de 2015

monocromático

The Eye of Love, René Groebli

Es la 01:20 am y la lavadora centrifuga. El fantasma del insomnio ha vuelto. El silencio suena a dolor de estómago. Vomito el amor que todavía me quedaba en la vorágine. La boca me sabe mal. El mes de octubre me pinta mal. Mamá se levanta a apagar la lavadora. La escucho bajar las escaleras. El reloj hace ruido. Lleva más de tres años con la misma pila. Tengo la tripa hinchada. Me toco las piernas y noto el vello. Me toco el pubis y noto el vello. La tripa hace ruidos. Mi cabeza hace ruidos. Mamá hace ruido al subir las escaleras. Todo es raro bajo lo negro. Todo es negro incluso cuando el sol es sol e ilumina y da calor. Hay mucha soledad aquí, hay mucho tiempo y espacio para pensar. No quiero pensar. No quiero nada. De repente recuerdo que el alcalde no puede atender nada de nuestras prioridades esta semana porque vendimia. Recuerdo que a mí también me han invitado a vendimiar. Mi tía me ha hecho flan. La gata me ha arañado la mano izquierda. Suena la caldera, pero no hay calor. No hay nada, salvo retortijones y gruñidos del estómago. Las sardinas no me han sentado bien. Quiero convertir mis párpados en amparos, provechos para las noches. Dejar de extrañar al amante. Dejar de extrañar la memoria. Dejar de extrañarme en lo cotidiano del día. Dejar que el presente se torne vicioso y procure relatar su virtud. Pero en vez de eso me hago un ovillo y recreo su imagen. Ahí está, tan serena, con las manos frías, la cabeza aireada, la actitud tranquila y apaciguada. Lugar de paz y armonía. Lugar de amor. Credo referencial. Son las 02:00 am. Espero al sueño que nunca llega.

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