filología.
(Del lat. philologĭa, y este del gr. φιλολογία).
1. f. Ciencia que estudia una
cultura tal como se manifiesta en su lengua y en su literatura, principalmente
a través de los textos escritos.
PRÓLOGO
Un día me levanté y dije «voy
a estudiar el idioma mudo».
Madre
exclamó: «¡Cómo es eso!»
Padre
afirmó: «lo lleva en la sangre»
Me preguntaron tres veces sobre
mi decisión, esperando que negara las tres (o dos a una —eso hubiera sido
suficiente cantidad para replantear la sentencia). Repetí «voy a estudiar el
idioma mudo» todos los días en los meses que vinieron antes de que fuera verdad.
Les hice creer que lo lograría y, poco tiempo después, dije mis primeras
palabras.
PRIMER
CAPÍTULO
Por el idioma mudo abandoné el
hogar y la alcoba de mi infancia; me deshice del crepuscular pensamiento
rutinario y de los lamentos de la esquirla almidonada. Dejé atrás mis muñecas,
el cacao de las mañanas, mechones de mi pelo.
Madre
recordó: «vuelve en caso de que el llanto sea demasiado membrudo»
Padre advirtió:
«trata de gastar poco»
Entonces empecé
a alimentar mis ganas y engordé.
SEGUNDO
CAPÍTULO
El idioma mudo es una aventura.
Me di cuenta de ello cuando me vi atrapada en su fonética forzada y en la
ambigüedad de sus géneros. Niña, por
ejemplo, es neutro. Exclamé: «¡Yo no puedo con esto!».
Madre
dijo: «tienes que aprender a cuidarte sola»
Padre
alentó: «pequeña, eres fuerte»
Pero yo sólo era fuerte en el libro y en el carrete. Pensé «necesito modificar la piel».
Madre sugirió:
«vete lejos»
Padre avisó:
«ten cuidado con la cartera»
Pero no
me dijo que tuviera cuidado con el corazón ni con los pintalabios baratos. Fue
el idioma mudo el que me lo dijo trayendo un amor que actuaba como el mejor de
los alcaloides. En aquel momento resucité y supe que de ahí en adelante iba a
desteñir por cualquier cosa.
TERCER
CAPÍTULO
El idioma mudo tiene muchos
dialectos. En el norte, por ejemplo, no se habla de la misma manera que en el
sur. El genitivo es importante y la valencia del verbo también. El idioma mudo
tiene la particularidad de ser dinámico y complejo. Muchos escritores han hecho
maravillas utilizando como lengua el idioma mudo. Y cine en blanco y negro. Uno
de los profesores me comenta esto bajo la atenta mirada de la Embajada de
Mudolandia. Alzo las cejas y digo «igual encuentro mi sitio en el S.XX».
Madre asiente:
«es decisión tuya»
Padre reitera:
«tiene que gustarte»
De esta manera me propongo ser yo como primera condición e ignoro las
voces que me llaman para salir al encerado y recitar, con cierto tono patético,
la lección mal aprendida.
CUARTO
CAPÍTULO
Citando a Hamlet, «ser o no ser,
esa es la cuestión». Por qué en esta vida tienes que ser para no llegar nunca a
ser. Quién soy yo y quién eres tú. Qué es lo que quiero. Por qué y cómo. Dónde.
Para qué. En qué sentido.
Profesor
dice: «decide sobre tu futuro cuanto antes»
Gente
dice: «tienes que enseñarles a otros la lengua muda»
Padre y
madre dicen: «no pierdas mucho tiempo pensando»
Amigos
dicen: «vas a morir de hambre»
Y de repente la mujer en la
literatura muda como un soplo de aire o un recital de angustioso poder
oprimido. Apellidos largos y nostalgia del primer capítulo. Todo ello machacado
y a punto de hervir en la nueva cafetera. El idioma mudo es mudo porque así lo
quisieron los eslavos. El alcaloide abandona la vorágine. El insomnio se vuelve
materia prima. Por qué tenemos que crecer.
Escribe sesenta mil caracteres sobre ello y habrás acabado para
siempre.
Entonces
dirán: «enhorabuena, ahora ya eres filóloga
muda».
Y muda me
quedaré.
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