A veces morir es simplemente irse de un lugar, abandonar a todas las personas y las costumbres que uno quiere. Por ese motivo el exiliado que no desea morir sufre, pero el exiliado que busca la muerte, encuentra lo que antes no había conocido: la ausencia del dolor en un mundo ajeno.- La continuación, Silvina Ocampo
I. Encierro el pecado en la boca del
metro. Dejo todo empapado en tiempo y temblor. Porque tiemblo por la muerte,
que se acerca, y también por la vida, que puede que esté creciendo en mi
interior. Procuro deshacerme de ella con golpes. Estoy contigo en la pobreza,
amigo, en la salud y en la enfermedad. Estoy viajando sentido San Bernardo con
la niña que baila en la barra y el hombre que se saca los mocos de la nariz.
Din-don. Próxima parada. ¿Tan pronto? No tengo prisa. Quiero que este frío sea
una buena señal, ¿entiendes? No soporto este dolor de estómago. Estoy contigo
en autocuestionarse, tío, en las pajas mentales. Pienso en Roberto Bolaño y en
su concepto del exilio, pienso que debería quedarme en mi casa y permanecer en
silencio, actuando patéticamente, en silencio. Si pienso en Roberto Bolaño
pienso también en tía Anita, que no es mi tía, pero no sé por qué pienso en
ella.
II. Todas las noches es lo mismo.
Todas las noches estoy en la cama y entrecruzo los dedos como si fuera un
difunto. Escucho mi barriga, los ronquidos de los vecinos. Una leve luz
atraviesa la puerta. Miro al techo negro, negrísimo, y pienso: soy algo que flota, que puede flotar. A veces me lo llego a
creer tanto que pienso que me he vuelto transparente, y entonces me duermo.
Pero me despierta el frío y la babilla que se escapa de mi boca. Una vez me
sorprendí hablándole al reloj, otra vez al cuerpo. Le estaba gritando ¡Cállate! y él solo se volvía más pesado
e inestable, casi como si estuviera poseído. Estoy sola, incluso cuando amo
estoy sola. Nadie es consciente de mi amor, ni siquiera yo misma. Estoy de
paso, incluso cuando me quedo estoy de paso. Nadie es consciente de mi paso, ni
siquiera yo misma.
III. Se le ocurrió escribirme, así que
me dije: oh, ahora pretendes. Siempre pretendes. Pero yo estoy contigo en el
pasado, ¿me oyes? En el presente estoy con la autocrítica. Todo cambia. Yo
cambio, me mudo de piel como también de voz y exilio. Tú estás conmigo en el
recuerdo, ¿me oyes? Por eso estás escribiendo. Por eso me recriminas que
escriba. Ahora miro por la ventana y llueve. Tú estás en la lluvia, eres así de
estúpido y deprimente. Te odio porque me pongo triste cuando sé de ti; si no sé
de ti, solo añoro. Ya, ya sé que tú también me odias porque escribo. No estaría
bien de no ser así. Todos formamos parte de la misma memoria.
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