Huan Jing
a mis veinticuatro años, mi mente ha sido destruida por la locura,
no
estoy bromeando, Gingsberg ya lo vivió una vez, ya vio a toda una generación
arrastrándose
por la calle, y yo no soy Gingsberg, pero también tengo un nombre
y
tuve un nacimiento, y también tendré una muerte, en algún momento.
a mis veinticuatro años, ya he cambiado de nombre, una, dos, y hasta tres veces,
no
estoy bromeando, pregúntenle si no a mis padres, a los viejos amigos que
conocieron
el
primero y que hoy, sin embargo, ya ni siquiera lo recuerdan.
a mis veinticuatro años, ya he conocido el exilio, una y hasta dos veces,
no
estoy bromeando, tuve que marcharme, en mi propio país rechazaron mis manos
y
también rechazaron mi presencia; nadie excepto mamá y papá me echaron de menos;
me
dio pena ser tan joven y expatriarme por tanto tiempo; me dio pena, pero a
pesar del miedo me fui sola y triste, y a mi regreso, no hubo flores ni fiesta
de bienvenida.
a mis veinticuatro años, entre lo que veo y digo, existe un vértigo,
no
estoy bromeando, Octavio Paz ya lo dijo una vez, “los ojos se cierran /
las
palabras se abren”, y de toda la vida que quizá aún me quede por delante,
todavía,
a mis veinticuatro años, a quien he querido le escribo,
como quien buscando una
mirada, solo confiesa tener ojos silenciosos.
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