domingo, 25 de octubre de 2015

muérete ya por los rincones de la memoria

Mulholland Drive, David Lynch, 2001.

Quién coño te crees que eres, tú miserable, que has saboteado mi cuerpo y lo has llenado de polvo y células muertas. Qué coño crees que haces en tu bosque lleno de ramas secas, con el fuego apunto de arder, alimentando las llanuras con el amor que inventaste para poder vivir.

Y a dónde coño vas, alejándote así, como el sueño del niño, por los caminos de estas tierras llenas de barro y soledad calcinada. Y por qué coño te meces, tú miserable, en los brazos de la mujer. Ella que te añora y te mira con tanto afecto, ella que te regala la intensidad de sus días. Ella que no olvida, que no conoce la libertad de su corazón, sino la muerte del mismo —¡PUM!, estallidos de ausencia.

Qué coño sabrás, tú apático miserable, que cuentas historias para aprender a tratar con el enemigo. Qué coño sabrás del olvido y el odio, la herida interminable. Tú que te atas a tus huesos rotos e impides el avance. Tú que haces desconocer lo conocido, que apartas de ti la confianza, el cariño. Tú serás, impío, por siempre bache en mi camino, sexo amargo, polución en mi costado. Tú serás, sí, la tempestad que traerá de nuevo lo salvaje, el bendito caos, la miseria anhelada. Muérete ya por los rincones de la memoria.

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