Hans Bellmer
Digamos que ya no escribo si no es
para verme libre. Hubo un tiempo en el que me creí Circe, Circe todopoderosa,
ahora incluso he perdido la fuerza de los ojos. Sigo aquí, sin embargo,
transmitiendo la ausencia de cariño, porque ha llegado el verano y ha
desterrado a los muchachos. Solo se escucha a las cigarras, solo se escucha la
breve biografía de un atardecer mientras yo escruto mi cuerpo con ropa de hace
de tres años, mi cuerpo que ya no siente todas las cosas que sentía antes: la
mano propia, la mano ajena, el torso, el agua, la verga. Qué callada la noche
que pasa, le doy la espalda a Madrid relatando pequeñas gotas de muerte, la paz
del silencio que procede al canto de las cigarras; mi voz regada, levantando un
muro de reflexiones, avispando un banco de ideas, que veo, finalmente,
desaparecer en el barrio.
Cómo he sido capaz, alguna vez, de
imaginar una vida contigo, cómo he podido contar tantas veces el bostezo de esa
misma vida, que parece alejarse de nuestros ojos y de nuestro amor. Qué vacía
la espera, los seres de tu mundo, mis manos que te ofrecen partir –si es
posible- hacia otro lugar mejor.
Me gusto. Saludos
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