No me ha quedado otra que tumbarme
en el suelo y permanecer boca arriba mirando el techo manchado de humedad.
Estar de pie me parece vergonzoso porque eso implica hablar y yo ya no sé
hablar. Olvidé mi idioma y no me siento ni nadie ni nada. No siento necesidad.
Al tumbarme en el suelo he descubierto que me encuentro cómoda y encontrarse
cómoda es como respirar y saber que ya nadie me va a preguntar por qué me he
vuelto a España si fuera estaba tan bien. Verán, yo quise poder ser lo que soy,
pero no me dejaron. He resoplado muchas veces y he escrito sobre ello, pero
ahora no me ha quedado más remedio que decir por última vez, “no me siento ni
nadie ni nada”. Escúchenlo si quieren, el verano está llegando a su fin y yo no
me pienso levantar.
Renuncio a mi posibilidad de ser
vivo y tengo intención de seguir aquí, en el suelo, porque el suelo cruje como
crujen las cosas viejas y feas y yo llevo ya unas semanas crujiendo de mala
manera. Ya no quiero ver, ver es otorgar significado y palabra, y yo ya sólo
quiero escuchar felizmente sin imaginar. Dios me dio ojos y le estoy muy
agradecida por ello, pero ahora no quiero ver, sólo escuchar, así que escucho,
que es una forma de saber que estoy terminando y no sé si habrá algo después.
Estoy
manifestándome desde el origen más infravalorado de todos: el suelo. Ustedes
apoyan su peso en él pero no son capaces de valorarlo. El suelo es origen de
los sentidos y las cosas.
Uno de mis últimos sueños fue que se
me caía una muela y en el sueño empecé a sangrar mucho y me mareé y llamé a
mamá para que me ayudara pero yo solo alcanzaba a ver la muela en la mano y mi
jersey azul. Al despertar busqué qué significaba soñar que se te cae una muela y descubrí que era un indicio de mal
augurio y mucha tristeza. La tristeza estaba en mi dentadura y si me tumbaba en
el suelo estaba segura de que se esfumaría, así que me he esforzado en
permanecer muy quieta aquí abajo. He dejado de ducharme y de alimentarme y me
noto más sabrosa que nunca. Cuando me despierto veo pequeñas raíces en el
parqué. El suelo no tiene miedo de mí y yo tampoco de él.
De ustedes sí que tengo miedo.
Y ustedes de mí.
Nadie tiene mi nombre en su mente ni
en su boca.
Es cuestión de tiempo.
Seguro que la siguiente fase está al
caer.
Yo no puedo caer. Ya estoy tumbada.
Es cuestión de tiempo.
Ya no pienso tanto como antes.
Dejando así de pensar, dejo de hablar.
Si sigo así, también dejaré de ser.
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