domingo, 16 de septiembre de 2018

no me siento ni nadie ni nada


No me ha quedado otra que tumbarme en el suelo y permanecer boca arriba mirando el techo manchado de humedad. Estar de pie me parece vergonzoso porque eso implica hablar y yo ya no sé hablar. Olvidé mi idioma y no me siento ni nadie ni nada. No siento necesidad. Al tumbarme en el suelo he descubierto que me encuentro cómoda y encontrarse cómoda es como respirar y saber que ya nadie me va a preguntar por qué me he vuelto a España si fuera estaba tan bien. Verán, yo quise poder ser lo que soy, pero no me dejaron. He resoplado muchas veces y he escrito sobre ello, pero ahora no me ha quedado más remedio que decir por última vez, “no me siento ni nadie ni nada”. Escúchenlo si quieren, el verano está llegando a su fin y yo no me pienso levantar.

Renuncio a mi posibilidad de ser vivo y tengo intención de seguir aquí, en el suelo, porque el suelo cruje como crujen las cosas viejas y feas y yo llevo ya unas semanas crujiendo de mala manera. Ya no quiero ver, ver es otorgar significado y palabra, y yo ya sólo quiero escuchar felizmente sin imaginar. Dios me dio ojos y le estoy muy agradecida por ello, pero ahora no quiero ver, sólo escuchar, así que escucho, que es una forma de saber que estoy terminando y no sé si habrá algo después.

Estoy manifestándome desde el origen más infravalorado de todos: el suelo. Ustedes apoyan su peso en él pero no son capaces de valorarlo. El suelo es origen de los sentidos y las cosas.

Uno de mis últimos sueños fue que se me caía una muela y en el sueño empecé a sangrar mucho y me mareé y llamé a mamá para que me ayudara pero yo solo alcanzaba a ver la muela en la mano y mi jersey azul. Al despertar busqué qué significaba soñar que se te cae una muela y descubrí que era un indicio de mal augurio y mucha tristeza. La tristeza estaba en mi dentadura y si me tumbaba en el suelo estaba segura de que se esfumaría, así que me he esforzado en permanecer muy quieta aquí abajo. He dejado de ducharme y de alimentarme y me noto más sabrosa que nunca. Cuando me despierto veo pequeñas raíces en el parqué. El suelo no tiene miedo de mí y yo tampoco de él.

De ustedes sí que tengo miedo.
Y ustedes de mí.
Nadie tiene mi nombre en su mente ni en su boca.
Es cuestión de tiempo.
Seguro que la siguiente fase está al caer.
Yo no puedo caer. Ya estoy tumbada.
Es cuestión de tiempo.
Ya no pienso tanto como antes. Dejando así de pensar, dejo de hablar.
Si sigo así, también dejaré de ser.

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