viernes, 7 de junio de 2013

—Te estás quedando en los huesos —me dijo, y lloré calcio en silencio.
—Si me despojara de la ropa podrías comprobar que no es así —intenté defender la postura de mi figura—; no soy solo huesos, también tengo piel, escamas y alguna que otra pluma incrustada.

Él sonrió, pero lo hizo de manera cáustica, sin aparentar que su deseo iba más allá de una indecisión crítica. Noté su preocupación, su codicia de atosigarme con consejos baratos sacados de un manual de filosofía de mercadillo, así que suspiré de forma metódica para que supiera que la veda de interpelaciones estaba abierta. Todo estaba encaminado hacia el declive, tenía que saberlo.

—¿Cómo estás? —La esperada pregunta se formuló al fin en sus labios agrietados a causa del estrés.
—Todo lo bien que puede estar una tipa que lucha consigo misma todos los días —bosquejé a media voz, y me senté en el suelo, cruzándome de piernas. Al soltar eso me sentí aliviada, como cuando tienes una necesidad apoteósica de deshacerte de algo que lleva comiéndote las entrañas durante mucho tiempo. Era una sensación lenitiva que ya había percibido anteriormente, cuando remedié un picor punzante a base de mordiscos en la epidermis.

No pretendía acaparar su atención, no, la atención es algo que siempre he suscitado desde el momento en el que cruzo el umbral de una puerta, así que no hizo falta poner cara de muñeca trágica para que él supiera que lo que acababa de decir era una cosa cierta, que el tono empleado  era el mismo tono tranquilo con el que podía llegar a pedir una Coca-Cola. Por eso él permaneció quieto, mirándome desde la bitácora espacial de su pupitre, sin fruncir el ceño como siempre hacía, sin arrugar los labios para coger carrerilla y comenzar su rutinaria maratón de reconvenciones. No. El silencio estaba tan presente en aquellas cuatro paredes que hasta podías llegar a tocarlo. Sentí que me estremecía, pero reprimí el impulso de encogerme de hombros para no mostrar que, en realidad, mi reciente confesión había salido de mi boca como si fuera un boomerang herido sin la menor intención de volver a su lugar de origen.

—No es la primera vez que te escucho decir eso —se cruzó de brazos; el movimiento repentino de su extremidad, allá en el sur de su geografía, permitió que el perfume que tanto lo caracterizaba llegara hasta mis pituitarias. Lo absorbí ansiosa.
—Supongo que tampoco será la última —alcancé a decir cuando me recompuse de aquel dulce ataque—. No es nada nuevo ni tampoco raro que una persona eche de menos algo. ¿Sabes? He sobrevivido a dos guerras civiles contra mi mente y a una mundial contra la gente, creo que merezco una medalla conmemorativa o algo así. Pasar a la historia como una kamikaze persuasiva, ¿no crees? Se necesita crear un Imperio para acabar con esta plaga de conocimientos vacíos supurados por el miedo de la guillotina vital. Hasta los cafés me saben a signos de interrogación.

Se acercó a mí. Me rodeó con su brazo derecho y me miró fijamente a los ojos. Nunca los había visto tan azules. Me besó en la frente y después me acarició el cabello. Por un instante pensé que le había causado lástima y que había actuado así porque no quería que rompiera a llorar como una niña pequeña. No tenía ninguna intención de hacerlo, pero en aquel momento me entró una quemazón en el pecho y noté que los ojos se me llenaban de agua. Me sentí muy tonta. Tragué saliva y me recompuse inmediatamente.

No volvió a decir nada, ni a preguntar nada, ni a reprochar nada. Su actitud había adoptado la actitud de un hombre enamorado —o eso especulé— y lloró conmigo de forma taciturna. No dejó que yo volviese a hablar. El brillo de su mirada se fue volviendo más y más quebradizo y yo pestañeé varias veces porque me convertí en un individuo cohibido y diminuto al que se le podía aplastar con tan solo un inocente gesto. Apoyé mi cabeza en su pecho y él comenzó a respirar paulatinamente. Eso sólo podía significar una cosa: el mar estaba en calma. Agarré con fuerza la esquina de su camisa tejana y cerré los ojos fuertemente; aquel mes de junio estaba siendo el mes del cataclismo, pero ya pasaría.

1 comentario :

  1. Wow! Escribís muy bien, sentí que se me estrujaba un poco el corazón.
    Un beso, por si acaso lo necesitas ;)

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